Hace más de 2.000 años, médicos griegos ya utilizaban peces eléctricos sobre la piel para aliviar dolor. No sabían nada de canales iónicos ni de sinapsis, pero habían observado que esa descarga cambiaba algo en el cuerpo.
Otras tradiciones médicas, como la medicina china clásica, describieron mapas de puntos corporales que al estimularse modificaban dolor, función de órganos o sensación interna, siglos antes de que habláramos de nervios periféricos o sistema nervioso autónomo.
Entre los años 60–80 del siglo XX, la electricidad dio el salto a la neuroestimulación moderna: marcapasos, TENS, estimulación espinal, estimulación cerebral profunda y diferentes formas de neuromodulación clínica. Hoy añadimos terapias periféricas como la estimulación tibial posterior, modelos del ANS y representaciones cada vez más precisas de redes neuronales.
En el fondo seguimos haciendo una versión más sofisticada de lo mismo: aplicar energía en la periferia para modular circuitos internos que aún no comprendemos del todo. La diferencia es que ahora tenemos herramientas para conectar historia, urodinamia, fisiología autonómica (HRV) y neurotecnología y empezar a explicar por qué funciona.
De los peces eléctricos a la neuromodulación de alta precisión, la pregunta sigue siendo la misma:
¿qué estamos modulando exactamente y cómo podemos hacerlo mejor?
21/12/2025